EL APÓSTOL SANTIAGO
El Apóstol Santiago fue discípulo predilecto de Jesús, que tras su Ascensión, emprendió su viaje apostólico hacia la Península Ibérica. Su tumba que fue hallada en el año 813 d.C. por un ermitaño llamado Pelayo en el conocido Campo Stellae, en una pequeña necrópolis. Corrió a comunicarlo al obispo de Iria Flavia, Teodomiro quien lo describió como los auténticos restos del apóstol.
El continuo peregrinar por el camino de Santiago, o la llamada ruta jacobea, tiene una historia de mil años. La Meca de estos peregrinos es la ciudad gallega de Santiago de Compostela, que alberga un misterio sagrado, alimentado tanto por su historia como por la leyenda. Muchos peregrinos han viajado a pie gastando los caminos y levantando polvo de centurias. Hoy todavía hay quienes lo hacen y son muchos los que han incorporado la bicicleta como medio de transporte. Paran en hostales y santuarios a lo largo del hermoso camino.
El continuo peregrinar por el camino de Santiago, o la llamada ruta jacobea, tiene una historia de mil años. La Meca de estos peregrinos es la ciudad gallega de Santiago de Compostela, que alberga un misterio sagrado, alimentado tanto por su historia como por la leyenda. Muchos peregrinos han viajado a pie gastando los caminos y levantando polvo de centurias. Hoy todavía hay quienes lo hacen y son muchos los que han incorporado la bicicleta como medio de transporte. Paran en hostales y santuarios a lo largo del hermoso camino.
QUIÉN FUE EL APÓSTOL SANTIAGO
Cuentan las confusas narraciones que Santiago encaminó sus pasos a Hispania para predicar las enseñanzas de Jesús. Los relatos más conocidos son los que refieren las visitas que recibió de la Virgen en Zaragoza y en Muxía para reconfortarlo cuando su ánimo decaía. La aparición mariana en Muxía mezcla elementos cristianos y precristianos: cuenta esta leyenda que cuando Santiago se hallaba predicando por el noroeste peninsular, se angustió por el poco éxito de su misión evangelizadora. Mientras oraba a la orilla del mar vio aparecer una embarcación de piedra, gobernada por dos ángeles, en la que viajaba María. La Virgen lo animó a continuar su labor y le entregó una imagen suya, para la que Santiago levantó un pequeño altar debajo de una roca.
Muchos años después, las gentes del lugar encontraron la imagen y construyeron allí mismo un santuario, la Iglesia de Nuestra Señora de la Barca, a la que cada septiembre acuden numerosos romeros. La barca de piedra quedó en la orilla y a sus piezas (tres piedras que representan la barca, la vela y el timón) se les atribuyen diversas propiedades milagrosas.
Cuando Santiago regresó a Palestina, en el año 44, fue torturado y decapitado por Herodes Agripa, y se prohibió que fuese enterrado. Sin embargo sus discípulos, en secreto, durante la noche trasladaron su cuerpo hasta la orilla del mar, donde encontraron una barca preparada para navegar pero sin tripulación.
Allí depositaron en un sepulcro de mármol el cuerpo del apóstol que llegaría tras la travesía marítima, remontando el río Ulla hasta el puerto romano, en la costa Gallega, de Iria Flavia, la capital de la Galicia romana, donde enterraron su cuerpo. Los discípulos Teodoro y Atanasio quedaron como custodios del sepulcro, y a su muerte fueron enterrados junto al Maestro. El lugar de arcis marmaricis quedaría olvidado varios siglos en la espesura del monte Libredón hasta que en el año 813 Pelayo, un eremita que habitaba esos parajes, vio una noche un resplandor que señalaba la situación exacta del templo. En base a este suceso se llamaría al lugar Campus Stellae, o Campo de la Estrella, de donde derivaría al actual nombre de Compostela.
Muchos años después, las gentes del lugar encontraron la imagen y construyeron allí mismo un santuario, la Iglesia de Nuestra Señora de la Barca, a la que cada septiembre acuden numerosos romeros. La barca de piedra quedó en la orilla y a sus piezas (tres piedras que representan la barca, la vela y el timón) se les atribuyen diversas propiedades milagrosas.
Cuando Santiago regresó a Palestina, en el año 44, fue torturado y decapitado por Herodes Agripa, y se prohibió que fuese enterrado. Sin embargo sus discípulos, en secreto, durante la noche trasladaron su cuerpo hasta la orilla del mar, donde encontraron una barca preparada para navegar pero sin tripulación.
Allí depositaron en un sepulcro de mármol el cuerpo del apóstol que llegaría tras la travesía marítima, remontando el río Ulla hasta el puerto romano, en la costa Gallega, de Iria Flavia, la capital de la Galicia romana, donde enterraron su cuerpo. Los discípulos Teodoro y Atanasio quedaron como custodios del sepulcro, y a su muerte fueron enterrados junto al Maestro. El lugar de arcis marmaricis quedaría olvidado varios siglos en la espesura del monte Libredón hasta que en el año 813 Pelayo, un eremita que habitaba esos parajes, vio una noche un resplandor que señalaba la situación exacta del templo. En base a este suceso se llamaría al lugar Campus Stellae, o Campo de la Estrella, de donde derivaría al actual nombre de Compostela.
PEREGRINACIÓN A SANTIAGO

El descubrimiento de la tumba del Apóstol fue rápidamente comunicado por el obispo Teodomiro de Iria Flavia al rey astur Alfonso II, para quien supuso un gran hallazgo: no sólo daría origen a una Ciudad Santa en el reino astur, independiente de Roma y del Imperio Carolingio, capaz de atraer peregrinos, población, conocimiento y comercio; sino que supondría un factor de aglutinación de los territorios cristianos de la Península contra la invasión del Islam.
Los soldados se sentían inspirados por leyendas milagrosas que en la desesperación última de entrar en combate los mantenían en pie. Pronto Santiago empezó a demostrar que estaba presente, en los gritos del combate y según algunos relatos populares, en los combates mismos.
Una vez que la noticia del descubrimiento de la tumba del apóstol circuló por España, empezó a conocerla también el resto de la cristiandad y eso propició las peregrinaciones y se inició la historia del Camino de Santiago.
Los soldados se sentían inspirados por leyendas milagrosas que en la desesperación última de entrar en combate los mantenían en pie. Pronto Santiago empezó a demostrar que estaba presente, en los gritos del combate y según algunos relatos populares, en los combates mismos.
Una vez que la noticia del descubrimiento de la tumba del apóstol circuló por España, empezó a conocerla también el resto de la cristiandad y eso propició las peregrinaciones y se inició la historia del Camino de Santiago.
FIESTAS DEL APÓSTOL

En el Códice Calixtino se especifica que el Apóstol “padeció martirio el día 25 de marzo, el 25 de julio fue llevado desde Iria a Compostela y fue sepultado el 30 de diciembre”.
La fiesta de Santiago Apóstol se celebra en numerosos pueblos españoles y latinoamericanos el día 25 de julio. Santiago de Compostela organiza las más vistosas de todas: las Fiestas del Apóstol, que tienen lugar en la segunda quincena de julio.
Los ciudadanos de Compostela y de las demás poblaciones de la zona celebran con gran fervor la fiesta de Santiago. Desde la víspera, la plaza del Obradoiro, la más majestuosa de España, rebosa de gente, mucha de ella llegada de fuera. Hay bandas de música y desfiles de gigantes y cabezudos, procesiones religiosas y bailes folclóricos. En la medianoche del 24 de julio se quema una mezquita de madera frente a la catedral, en medio de aplausos, fuegos artificiales y más cánticos y danzas.
La celebración es aún más solemne en los años jacobeos, cuando el día de Santiago cae en domingo. Sólo quedan dos de ellos en este siglo, 1993 y 1999, y la ciudad recibirá entonces una afluencia mayor de peregrinos. Al igual que sus incontables predecesores, estos peregrinos habrán seguido la ruta más histórica de Europa occidental para llegar a su destino, aun cuando el origen de la ciudad y de las peregrinaciones continúe envuelto en el misterio.
La fiesta de Santiago Apóstol se celebra en numerosos pueblos españoles y latinoamericanos el día 25 de julio. Santiago de Compostela organiza las más vistosas de todas: las Fiestas del Apóstol, que tienen lugar en la segunda quincena de julio.
Los ciudadanos de Compostela y de las demás poblaciones de la zona celebran con gran fervor la fiesta de Santiago. Desde la víspera, la plaza del Obradoiro, la más majestuosa de España, rebosa de gente, mucha de ella llegada de fuera. Hay bandas de música y desfiles de gigantes y cabezudos, procesiones religiosas y bailes folclóricos. En la medianoche del 24 de julio se quema una mezquita de madera frente a la catedral, en medio de aplausos, fuegos artificiales y más cánticos y danzas.
La celebración es aún más solemne en los años jacobeos, cuando el día de Santiago cae en domingo. Sólo quedan dos de ellos en este siglo, 1993 y 1999, y la ciudad recibirá entonces una afluencia mayor de peregrinos. Al igual que sus incontables predecesores, estos peregrinos habrán seguido la ruta más histórica de Europa occidental para llegar a su destino, aun cuando el origen de la ciudad y de las peregrinaciones continúe envuelto en el misterio.